Características del mercado laboral actual en Argentina
En cuanto a las características del mercado laboral actual en Argentina, este se ha debilitado aún más con la pandemia mundial, agudizando sus problemas estructurales. Se ha agravado los niveles de indigencia y pobreza del país, así como el aumento de la tasa de desempleo y del trabajo precario.
En este punto debemos tener presente que las consecuencias sociales también cobran relevancia para los ciudadanos argentinos y manifiestan como la falta de trabajo repercute en cada hogar argentino.
Situación actual en el país
La situación actual, producto de la pandemia, ha producido la destrucción masiva de los puestos de trabajo, el aumento de la precarización laboral y la ampliación de las brechas económicas. El distanciamiento obligatorio contribuyo a la disminución de la propagación del virus, pero implicó la paralización de la actividad económica.
Antes de la cuarentena, el mercado laboral argentino ya se encontraba con una gran inestabilidad y volatilidad, con un núcleo duro de trabajadores informales, alto nivel de desempleo y deterioro de los puestos de trabajo, que solo se ha agudizado.
Una gran proporción de trabajadores sufrió la pérdida de su puesto o fuente de trabajo, pasando a engrosar las filas de los desocupados, o bien incorporándose a la población inactiva, que debido a la situación dejó de buscar trabajo.
El impacto del Covid sobre el empleo
La implementación de políticas públicas por parte del Estado Nacional, como la prohibición de despidos y los mecanismos de regulación de suspensiones, provocó que el sector privado formal se viera afectado de forma distinta a las categorías ocupacionales más precarias.
Los principales afectados por la destrucción de empleo fueron quienes estaban insertos en las modalidades ocupacionales más inestables. Medidas como el Ingreso Familiar de Emergencia tuvieron como objetivo amortiguar la pérdida de ingresos de la población desempleada del sector informal.
Según el INDEC, los más perjudicados fueron los trabajadores de hoteles, restaurantes, construcción y trabajo doméstico. La paralización total de los servicios de hotelería, se dio a causa de la suspensión de la actividad turística, con la paralización parcial de restaurantes y bares. Así como la construcción que se detuvo los primeros meses de la cuarentena.
El trabajo doméstico remunerado también mostró una gran caída. No obstante, hay que destacar que en lo que respecta al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, el impacto de la pandemia fue inverso, ya que dichas actividades se convirtieron en una carga para las mujeres.
Con respecto a los ingresos se produjo una caída del salario real y un aumento de los precios mucho mayor, que se tradujo en la pérdida de la capacidad de compra de los trabajadores.
Distanciamiento social más flexible
Con la implementación de medidas que permitieron paulatinamente volver a las calles, se reactivó el trabajo informal, a partir de la capacidad de supervivencia de personas que se las rebuscaron para poder ofrecer bienes y servicios con alguna demanda.
Esto no es nada nuevo, desde 2012, el empleo asalariado registrado en empresas no crece y lo que más aumentó a lo largo de los años fue el cuentapropismo no profesional. Las actividades fuera del empleo asalariado se vieron beneficiadas por el teletrabajo. Profesionales y analistas experimentaron una gran productividad fuera de las oficinas.
Pero en su implementación también influyen otros factores, como los menores costos, por conceptos como mantenimiento de las oficinas y establecimientos laborales, menores gastos en comida, café y transporte.
Los sectores más activos y que continúan en la búsqueda de trabajadores, son los que mejor resistieron la pandemia y lograron continuar con sus actividades. Se trata de las firmas de tecnología; las de comercio electrónico; de logística liviana; las fintech y las agrotech; los laboratorios y otros sectores de servicios para la salud.
Perspectivas a futuro
Las personas que trabajaban desde su vivienda llegaron al 20,2% a fines del 2020, en su mayoría empleados públicos, de la Justicia y del sector bancario retirados de sus lugares de trabajo por la pandemia, que volverán a las oficinas en un tiempo no muy lejano. Esto no significa que esta modalidad no se vaya afianzando en el futuro en otros sectores, tal como ocurrió en otros países.
Estamos ante un problema estructural, originado en la permanencia en el tiempo de políticas macroeconómicas que generan elevados déficits fiscales y endeudamiento que se cubren con emisión. Un círculo vicioso acompañado de políticas impositivas como fuentes de costos que impiden la creación de puestos de trabajo.
A ello se agregan políticas laborales que fomentan la informalidad, y una protección a sectores que tienen cada vez menos competitividad, por falta de inversión y de competencia que promueva la innovación tecnológica. Donde se ha optado por paliativos como el empleo público de baja o nula productividad, subsidios y planes sociales.
El país carece, desde hace años, de una política o de un Plan Nacional de Empleo, que trate de encontrar soluciones a un problema ya devenido en estructural, esta situación ha hecho crisis a partir de la pandemia y de las medidas adoptadas por el Gobierno nacional para contrarrestar sus efectos.
La mala planificación, la duración de esas medidas y la insuficiencia de los fondos aplicados para paliar la crisis ha generado el cierre de miles de Pymes, el retiro de grandes empresas extranjeras y la destrucción de los empleos.
El mercado laboral actual en Argentina no muestra señales de grandes mejoras, solo una leve recuperación del lado de la informalidad y la precarización del trabajo. Un enorme daño a la estructura productiva que no será fácil de subsanar y que explica el crecimiento de la pobreza y la indigencia en el país.
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